Podemos ser madres sin dejar de ser mujeres

Ni queques floreados ni cremas de “regalo”. El mejor reconocimiento que muchas madres deben recibir hoy es el respeto de sus derechos y una distribución más equitativa de las tareas de cuido y crianza. En una sociedad machista como la nuestra a las mujeres se nos imponen una serie de “deberes” con un modelo de maternidad con altos estándares de sacrificio y abnegación por los hijos e hijas para ser consideradas “buenas madres”.

“La imagen de la maternidad que nos venden es la de la madre absoluta que puede con todo, sabe todo y que tiene tiempo para todo. Es la madre todopoderosa, aquella que deja de vivir su vida para atender, acompañar, cuidar y sacrificarse por sus hijas e hijos”, nos comenta la sicóloga feminista Marellyn Somarriba.  Y añade que es un modelo totalmente injusto porque se asume desde un patrón sexista que recarga de tareas a las mujeres asumiendo que es su rol por haber parido y nos obliga a ubicarnos en el lugar menos importante.

Urge que como sociedad vayamos cambiando de mentalidad para ver la crianza y los cuidados de hijas e hijos como una responsabilidad compartida, no solo por la pareja y otras personas que integran la familia, sino por la sociedad, nos dice Marellyn. También explica que en muchos casos, son las mujeres quien deben “resolver” quiénes pueden asumir algunas tareas cuando el trabajo fuera lo impide, incluyendo la educación.

Es muy importante que tomemos conciencia que la sociedad machista relaciona amar con servir, atender, cuidar y criar, ser cocinera, lavadora, planchadora, maestra o sicóloga, sin reconocer el impacto que tiene asumir estas tareas en la vida de las mujeres. Estamos cansadas de que el rol de madre implique dobles o triples jornadas y que se romantice esta explotación.

“Podemos crear redes de apoyo y solidaridad para vivir la maternidad de otra manera, contando con aliadas que crean vínculos afectivos con nuestras hijas e hijos, que salen de la norma familiar del vínculo sanguíneo”, acota Marellyn.

A continuación algunas ideas para empezar a cambiar las cosas:

A la porra con la culpa. Tomemos conciencia que la culpa aparece cuando aceptamos como válido ese modelo injusto de maternidad, así que pongamos en remojo esas ideas porque además de que es imposible ser la madre perfecta, es injusto. El hecho de que nosotras nos embaracemos y demos a luz no implica que nos toca todo, o la mayor parte del cuido y crianza, o que de forma automática sepamos cómo hacerlo todo.

Crianza positiva con responsabilidades compartidas. Nosotras parimos, pero eso no implica que debemos cargar con más responsabilidades que la pareja, no permitamos que el sistema use la maternidad para subordinarnos. Rechacemos ese rol de súpermujeres que deben ser madre, esposa y trabajadora perfecta porque es agotador. Es clave que tanto el papá como la mamá asuman tareas de forma más equitativa y promuevan una crianza no sexista o machista. Basta de niñas lavando platos y niños sacando basura. Hay que implementar roles para que cada integrante de la familia aprenda a hacer de todo y sea autosuficiente, también hay que dejar de maternar a hombres adultos que en la práctica parecen otro hijo más. ¿Por qué las reuniones escolares siguen llenas de madres? ¿Por qué no hay papás que piensen en el menú de la semana o pendientes de cuándo toca la próxima vacuna?

Mantengamos nuestros proyectos personales: ser madres es una parte de la vida, pero no todo, y muchas abandonan sus sueños para poder cumplir con ese rol que tiene demasiados dedos apuntando. Tener un plan de vida con metas, pasos y tiempos para realizar nuestros proyectos, también importa. Somos personas y tenemos necesidades y aspiraciones individuales que ni las hijas e hijos, ni la pareja o familia pueden satisfacer. Conocemos cantidad de mujeres que dicen vivir por sus hijas e hijos, y cuando crecen y se van su vida pierde sentido.

Tenemos derecho al descanso y autocuido: por eso es importante ponernos y poner límites, no pensando en hacerlo para estar en mejores condiciones para atender y cuidar a otras personas, sino porque LO MERECEMOS. No somos de fierro, nos cansamos y por un asunto de salud física y mental, debemos parar, darnos mimos, atendernos, priorizar también nuestra salud.

La maternidad debe ser una responsabilidad social, no solo individual. “Hay un mantra que nos dice que la maternidad es una actividad que se debe llevar a cabo en el seno del hogar y a cargo de las mujeres, cuando tiene un carácter público y político porque viene condicionada por el contexto socioeconómico en que nos encontramos”, sostiene la periodista española Esther Vivas, autora del libro Mamá Desobediente. Y añade que una mujer de clase media no vive la maternidad de la misma forma que una mujer sin recursos. Por eso anima que veamos la maternidad desde una perspectiva política, entendiendo que viene atravesada por una serie de desigualdades de género, de clase y de raza. También sostiene que para que otra maternidad sea posible es necesaria otra paternidad y también que el Estado haga su parte. Como dice el colectivo Mamá Feminista Uy, “el sistema pretende que trabajemos como si no tuviéramos hijas e hijos y que criemos como si no trabajáramos”.

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