
A Carmenza Hernández la mató Dolvin Centeno porque lo rechazó, y en el intento de violarla la acuchilló, para luego tirarla en un zanjón de Río Blanco como si fuera basura. A Katring Ninell López la asesinó Bryan Flores, también queriendo violarla, para luego aventarla inconsciente en un sumidero en Jalapa.
Ambas son dos de las víctimas de femicidio más recientes en Nicaragua que muestran la saña y crueldad de hombres individuales que actuaron guiados por una serie de mensajes machistas, que ven a las mujeres no solo como objetos sexuales a su disposición, sino como seres descartables. Detrás de estos delitos hay toda una cultura femicida que menosprecia la vida de las mujeres. Hablamos de un sistema que acepta, naturaliza y justifica este tipo de crímenes, o permite que ocurran porque los agresores gozan de impunidad.
Hay que ver lo que está detrás
Un femicidio es la muerte violenta de una mujer a manos de un hombre, sean o no familiares. “Es un crimen misógino, de odio a las mujeres, porque sus cuerpos son exhibidos ante el público con esos rasgos de violencia”, nos dice Ruth Marina Matamoros, sicóloga de Grupo Venancia.

Ella nos invita a ver que los femicidas no cometen estos crímenes porque están “locos” o se les “metió el diablo”, sino porque han sido socializados en un contexto de discriminación y violencia contra la mujer, e intentando dominarla ─porque siempre le han dicho que está a su disposición─, la atacan cuando pierden esa sensación de dominio sobre ella.
Ruth nos explica que a los hombres los torturan en espacios diferentes, como en la cárcel, mientras que a las mujeres las torturan antes de matarlas en cualquier sitio. “En algunos casos no sabemos si la tortura fue anterior o posterior a la muerte, lo importante es ver que sobre el cuerpo de las mujeres se ejerce la violencia, el odio, el maltrato y desprecio, y por eso seguiremos luchando porque se reconozcan como femicidios todas estas muertes violentas”.
El femicidio es el resultado final de un continuum de violencia (violencia continuada en diferentes espacios) que hay que considerar. Son historias que las mujeres arrastran desde la infancia con abusos físicos, emocionales o sexuales. “Hay múltiples factores que contribuyen a que la violencia se siga perpetuando, por eso hablamos de que es un problema estructural que necesita respuestas estructurales”, argumenta la sicóloga feminista.
Por eso expone que hay que atacar el problema desde diferentes ámbitos, “estos hombres no nacieron femicidas, de nada sirve seguir contando los femicidios si no se hacen otras acciones. Necesitamos respuestas institucionales, comunitarias, familiares, religiosas, escolares, de organizaciones sociales ─no solo feministas─, partidos políticos… todas deben pronunciarse y hacer algo para detener la violencia contra las mujeres”, increpa Ruth.

Por eso es importante visibilizar que nos están matando por ser mujeres y que se pongan en práctica las políticas y leyes que ya tenemos. “No es necesario inventar nada más. Con el hecho que se aplique la legislación tal y como estaba puesta en la Ley 779 estaría mejor” apunta. Y añade que esta ley incluye tres elementos importantes que tienen que ver con la prevención, resarcimiento a las víctimas y la sanción, pero en Nicaragua sólo se enfatiza la última.
¿La cadena perpetua es solución?
Hay países con cadena perpetua y pena de muerte que no han resuelto el problema de fondo porque las penas deben acompañarse de medidas reeducación y reinserción social. “En este país la prisión no reeduca para que agresores cambien de actitud y no reincidan, aunque la ley dice que hay que dar tratamiento y charlas. La sanción por sí sola no sirve si no se acompaña de otros elementos, pero aquí se hace todo lo contrario: se le da una sentencia de años y luego les perdonan la pena.

“Eso contribuye a que haya más violencia, como en el caso del que mató a la chavala de Jalapa que estaba en el régimen de convivencia familiar. ¿Qué tipo de convivencia puede tener una persona que no ha aprendido la lección por la que lo metieron a la cárcel? El hecho de que ahora va a haber cadena perpetua no les da miedo, porque si lo tuvieran no delinquirían; entonces la solución no está ahí”, cuestiona Ruth.
La prevención es un concepto bien amplio que implica no solo el nivel educativo formal, apunta la sicóloga. “Luchamos contra un monstruo estructural, denunciamos cuando el Estado no hace su trabajo, celebramos cuando hay acceso a la justicia, pero nos decepcionamos cuando hay libres tantos agresores de mujeres que no han cumplido su pena y que no se tomen medidas de fondo con la raíz del problema”, finaliza.
Este es un muy buen artículo que denota el porque a las mujeres nos duele la muertes y el dolor que ocasiona a las familias este flagelo social no considerado por las instancias competentes con el rigor que amerita. Lo que hace que la indiferencia se perpetúe, mientras no ocurre en familiares cercanos. Hace falta y es urgente que se cuestione la violencia en todos los ámbitos de acción social, política y especialmente en la escuela. Solo involucrandonos como sociedad e institucion podremos desterrar tanta violencia hacías mujeres y las niñas.