
“Hoy no tengo fuerza en mis manos, no me puedo agarrar de los buses, caminar mucho ni levantar mis brazos. Mis rodillas no me responden. Ni siquiera puedo agacharme a recoger basura. (…) A las marcas les diría que gracias a muchas que hoy están enfermas o murieron en las maquilas, ellos son archimillonarios y nosotras no tenemos para comprar medicamento o sufragar nuestras necesidades (…) estas empresas nos mataron en vida y nos mandan con las manos cruzadas a morir en nuestras casas. ¡Se han olvidado de aquellas manos que un día les dieron de comer!”.
Es el testimonio de Reina Morán, jinotegana de 50 años, que se trasladó a la capital hace 30 y entró a trabajar a la maquila buscando el trabajo que había perdido en su ciudad natal. Hoy Reina se mueve a paso lento, porque producto de miles de movimientos repetitivos al día en jornadas extensas durante tantos años, tiene serias lesiones en su cuerpo, “trastornos músculo-esqueléticos” dicen las voces médicas especializadas. Ahora en el desempleo, Reina ni siquiera puede hacer oficios domésticos porque el dolor y la inflamación en la espalda y sus manos, no se lo permiten.
Su historia, junto con la de otras nueve mujeres, acaba de ser presentada en el libro de testimonios y fotografías Sobrevivir a la maquila / Impacto del trabajo en el cuerpo de mujeres nicaragüenses, que le pone rostro a los datos de una investigación realizada por el Movimiento de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas “María Elena Cuadra” (MEC) en 2017: Prevalencia de los Trastornos Músculo-Esqueléticos (TME) en población trabajadora de la maquila de la confección del departamento de Managua.

Este pasado 14 de marzo, estas mujeres, en nombre de otras 150 que también tienen discapacidades producto del trabajo, denunciaron las múltiples violencias que han vivido para ganarse la vida: presiones para trabajar jornadas extenuantes en espacios pequeños y poco ventilados, en muchos casos sin material de protección como mascarillas o tapones para evitar el ruido, con bancas en lugar de sillas con respaldar, usando máquinas que dañan el cuerpo, y con mucha presión para que cumplan las “metas” que crecen cada día.
También denunciaron que están desempleadas y “en el aire”, ya que el Seguro Social en la mayoría de los casos atendió sus dolencias como enfermedad común, y no laboral, que es lo que aplica. Ellas comentan que hay un “amarre” entre las empresas y las clínicas médicas previsionales para no atenderlas como enfermedad laboral, dejándolas a su suerte cuando ya sus dolencias no son compatibles con el trabajo. Al final, vemos a mujeres que no han cumplido los 40 o 50 años y son despedidas, les niegan atención médica, no les reconocen la pensión ni consiguen otro trabajo, y ni siquiera pueden cubrir los gastos de sus medicinas.
Estas denuncias fueron presentadas en el XXIII Coloquio de mujeres trabajadoras y desempleadas: misoginia y todas las formas de violencia contra las mujeres, realizado por el MEC en Managua el pasado 14 de marzo. El MEC les ha dado acompañamiento legal para meter a revisión sus casos y conseguir que les reconozcan las pensiones a las que tiene derecho.
Junto con la presentación del libro también se realizó una exposición con fotos de las mujeres entrevistadas, para que las 600 asistentes al coloquio pudieran acercarse un poco a la vida de estas mujeres de forma gráfica.

“Queremos empleo digno para las mujeres nicaragüenses, que haya una política de empleo con enfoque de género que permita que estas mujeres jóvenes, en vez de estar pegadas a una máquina, estén estudiando, y que les den empleo no solo hasta los 30 años”, declaró la dirigente del MEC, Sandra Ramos, durante la actividad.
Sandra también hizo un llamado a los empresarios para que no sigan explotando a las mujeres jóvenes en empleos precarios y los interpeló a asumir “de verdad la Responsabilidad Social Empresarial”, no solo pagando el Seguro Social de las obreras, sino ofreciendo condiciones dignas, para evitar que estas se enfermen por laborar en condiciones inadecuadas que las deja con lesiones de por vida.
“Y que el Estado aplique la ley a quienes incumplen la normativa laboral, el problema es que, con la alianza público-privada, aquí se ha beneficiado al empresariado, quienes han engrandecido más sus capitales a costillas del sacrificio de las trabajadoras (…) No queremos caridad ni que dejen de ser empresarios, sino que inviertan en el capital humano que produce su riqueza y que el Estado vigile y supervise el cumplimiento de la ley”, dijo Sandra en declaraciones al periodista Sergio Marín.
