
En Nicaragua vivimos momentos terribles con la pandemia de violencia machista de siempre. En estos días que se ha denunciado la violencia brutal contra las niñas, hemos visto cómo muchas personas de entrada culpan a las madres de que sus hijas hayan sido víctimas de los delitos, asumiendo que son las principales responsables del cuido y protección de niñas, niños y adolescentes.

Por eso nos preguntamos, ¿por qué se ataca con tanta virulencia a las mujeres en su rol de madres y cuidadoras? A ellas se les enjuicia, avergüenza, cuestiona y humilla quitando el foco de atención en los verdaderos culpables que son los agresores. Esta es una forma más de violencia contra las mujeres intentando mantener intacto un sistema social que discrimina y nos somete a los más crueles vejámenes.
Como defensoras de derechos humanos durante más de 20 años, podemos asegurar que, en su mayoría, son las madres quienes acompañan a sus hijas en la denuncia, el proceso de recuperación emocional y la búsqueda de justicia.
A las mujeres se nos asigna como condición natural el cuido total de hijos e hijas, pero también de hombres, parientes, personas adultas, enfermas, con condiciones especiales, y todo se hace sin reconocimiento porque es un trabajo invisible. Y la que se queja o no decide asumirlo se le acusa de “mala madre”, desnaturalizada y muchas más cosas.

En un artículo de nuestra amiga María López Vigil sobre este tema, plantea que en nuestra cultura no parece haber límites para la responsabilidad maternal ya que prevalecen valores como el sacrificio extremo. Explica que la enorme responsabilidad que la sociedad impone a las mujeres-madres se revierte cuando se incumplen esos mandatos, asumiendo que son culpables del abuso que sufren sus hijas, en especial cuando el abusador es su pareja, sea padre o padrastro.
El peso de estas ideas puede llevarlas a culparse y a sentir que han “fallado” como madres. María menciona que esta culpabilización tiene que ver con la construcción social de qué significa ser una “buena madre”. Y añade que la cultura patriarcal nos diseña para hacernos responsables de todo, e incluso, culparnos de las irresponsabilidades de los hombres. “Por una razón u otra, el hombre, el verdadero culpable, queda totalmente impune”, apunta.

Según Marcela Lagarde, antropóloga feminista mexicana, las mujeres invierten la mayor parte de su tiempo y mejores energías afectivas, eróticas, intelectuales o espirituales, bienes y recursos en otras personas. Por eso se espera que las madres estén siempre alerta a las necesidades de las demás personas, incluso adelantarse a las mismas, aún a costa de las propias necesidades. Esta es la abnegación y sacrificio que se valora y glorifica el 30 de mayo.
Muchas mujeres pasan su vida intentando cumplir con un rol que va mucho más allá de la capacidad humana, porque esta forma tradicional de pensamiento ignora a propósito que como seres humanos también nos cansamos y que merecemos tener aspiraciones propias aparte de la maternidad. Y siempre vamos a fallar, no vamos a dar la talla, porque exige renuncias y una presencia de más horas que las que tiene el día.

Hay que tomar en cuenta que aparte de estos roles tradicionales de género que muchas mujeres ejercen sin ayuda alguna, hay agresores que están al acecho buscando una oportunidad para ejercer violencia y salir impunes. Por eso, cada vez que culpamos a las mujeres, justificamos a los agresores y se perpetúa la violencia. ¿Vas a seguir defendiéndolos?
Fuentes:
- Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción, Marcela Lagarde.
- ¿Su mamá no la cuidó? Las madres ante el abuso sexual de sus hijas, María López Vigil, edición No.283, revista Envío.