A propósito del 28 de Junio: Día del Orgullo LGBTQI+ nos reunimos con 22 chavalas lesbianas en su mayoría y algunas bisexuales, para platicar cómo vivimos nuestra identidad en las zonas rurales de Matagalpa y Jinotega y cuáles son los desafíos en este contexto tan complejo.

Comenzamos escribiendo en un mural de arcoíris qué le decimos a Nicaragua y las respuestas coincidieron en reclamar un país más inclusivo y respetuoso que dé cabida a la diversidad de identidades reconociendo nuestros derechos humanos para vivir en libertad y sin discriminación.
Además hicimos un reconocimiento a otras lesbianas que han sido mujeres referentes importantes a nivel personal y comunitario nombrándolas y agradeciendo sus ideas, prácticas y acuerpamiento, que han sido fundamentales en nuestras vidas para reconocernos, aceptarnos y empoderarnos desde nuestra identidad como lesbianas o bisexuales. Las chavalas comentaron que el movimiento amplio de mujeres feministas ha sido clave para tomar conciencia de los derechos y buscar cómo defenderlos en los espacios donde nos movemos. Expresan que ven a un movimiento feminista en resistencia luchando organizado, radical y fuerte.
Cómo estamos en el aspecto económico y laboral

El punto de partida fue reconocer que en nuestras vidas y cuerpos conviven varias opresiones, primero por ser mujeres y luego por reconocernos lesbianas, de comunidades rurales y muchas en situación de pobreza. Eso complica aún más la situación que afecta a toda la sociedad, ya que, por ejemplo, las oportunidades laborales se reducen aún más en el mundo rural. Por eso la mayoría ha optado por autoemplearse con pequeños negocios dando servicios o sembrando la tierra para cosechar productos que luego venden para su manutención.
Aunque muchas han buscado otras opciones, el hecho de identificarse públicamente como lesbianas o ser vistas como “raritas” o sospechosas de serlo, afecta sus emprendimientos porque hay quienes les boicotean los negocios partiendo de su identidad. “También vivimos violencia económica porque dentro de la familia hasta nos excluyen de las herencias o no permiten que trabajemos en los negocios o actividades familiares. Por ser lesbianas se ponen en plan fregado con nosotras”, dijo una de las participantes.
También mencionaron que en muchos casos tienen que ocultar su identidad para evitar que las corran de algún trabajo. “Si ya por ser mujer ganamos menos, siendo lesbianas es peor, porque hay demasiados prejuicios de parte de los jefes o de la clientela; por eso, muchas, aunque estemos claras de nuestros derechos, no podemos salir del clóset con la familia y en los trabajos”, comentó otra participante. También dijeron que hay familias que las castigan corriéndolas de sus casas o negándose a apoyarlas económicamente y todo esto les afecta a nivel emocional.
Otro punto relevante fue el peso de la imagen para buscar trabajo, ya que para muchas de estas chavalas eso no es importante, y al no llenar las expectativas del estereotipo de chicas femeninas “de buen aspecto”, no son tomadas en cuenta en el mundo laboral.
¿Cómo estamos en el aspecto social?
En este año electoral en el país se debate la Nicaragua que queremos y nos encontramos con grandes retrocesos en medio de una campaña homofóbica que ni siquiera nos reconoce como personas en igualdad de derechos. Aunque sabemos que hay leyes que promulgan el reconocimiento de la diversidad sexual, en la práctica muy poca gente las conoce y está claro que hace falta sensibilizar al personal de las instituciones que deberían dar el ejemplo.

Las chavalas coinciden en que la clase política de todas las ideologías tiene un discurso homofóbico que les niega sus derechos y no hay ninguna sanción social frente a esta narrativa. Y aquí hay una alianza con los sectores religiosos que siempre han estado en contra de otras identidades que no sean las heterosexuales. “Si salimos del clóset las personas se alejan y nos aíslan, ganamos otras amistades, pero vivimos un fuerte rechazo social generalizado”, comenta una joven.
La sexualidad y la atención en salud
La sexualidad lésbica está invisibilizada y no hay espacios para hablar del erotismo entre mujeres. En el conversatorio comentamos que el trabajo de muchas organizaciones está enfocado en hablar la sexualidad entre mujeres y hombres y en aspectos preventivos de salud sexual, pero muy poco sobre el derecho al placer y el erotismo, de cómo evitar infecciones de transmisión sexual entre lesbianas, por ejemplo.
Como usuarias de servicios públicos de salud hemos vivido muchas violencias desde cómo nos ven de pies a cabeza cuando llegamos, además el personal asume que todas las mujeres son heterosexuales y no hay una atención diferenciada para hacernos el papanicolau, para mencionar un tema. Es evidente que hace falta sensibilizarles para darnos una mejor atención, en especial hacia las lesbianas, pero también con las mujeres trans que viven con cuerpos que no coinciden con cómo se identifican ante sí mismas y ante la sociedad.

Hay mucho morbo sobre las parejas lesbianas al vernos como objetos eróticos para los hombres, todo está diseñado desde esa mirada machista. “Si son dos mujeres se considera sexi, pero si son dos hombres genera asco”, dice una muchacha.
Hay chavalas que admitieron mantenerse en el clóset como medida de seguridad para evitar las llamadas “violaciones correctivas”, que algunos hombres asumen como la “cura” del lesbianismo. Este es un tema poco conocido y bastante común para muchas. Por eso nos urge tener espacios para hablar entre lesbianas y bisexuales sobre las violencias que vivimos por nuestra identidad. Otro tema es que se han romantizado nuestras relaciones y como hemos crecido oyendo tantos mensajes machistas y los mitos del amor romántico, también repetimos esas dinámicas. “En las relaciones lésbicas también hay violencia, pero se cree que son lindas”, opina una chavala.
Frente a todas estas discriminaciones muchas hemos optado por vivir en libertad nuestra identidad buscando espacios para ser felices, aunque muchas no lo hacen para protegerse, ya que, al ser discriminadas por la misma familia, eso le da autoridad al resto de la comunidad para perpetuar la violencia públicamente. Como lesbianas tenemos pocas posibilidades de participar en espacios de toma de decisión, por eso es importante abrir espacios seguros como este, para poder hablar de cómo estamos y qué podemos hacer para seguir adelante.

* Fotos cortesía de Karla Rivas