Cuando hablamos de familia es probable que pensemos en una imagen amorosa de un matrimonio formado por un papá y una mamá abrazando a su hija e hijo con un paisaje lindo de fondo. Esta imagen idealizada no siempre se corresponde con la realidad porque invisibiliza los diferentes tipos de familia que existen en el mundo, y contrasta con situaciones conflictivas o violentas que pueden vivirse en ese espacio que nos han dicho que es seguro.

Existe una diversidad de familias; muchas incluyen a la abuelita o abuelito y otros parientes, otras están constituidas solo por una mujer o solo un hombre con sus descendientes, parejas del mismo sexo, identidad u orientación sexual con o sin hijas e hijos; casadas o juntadas que no tienen retoños o aquellas que adoptan, e incluso, familias formadas por personas que no tienen lazos sanguíneos, pero han creado vínculos muy fuertes. Es decir, no hay un solo tipo de familia y todas son válidas.
También hay una tendencia a vincular este espacio con amor sin límites, armonía, confianza, seguridad y protección, entre otros aspectos, que tampoco son reales. “Aunque la familia puede ser un refugio para algunas personas, ahí también se cometen las injusticias más grandes. No es que sea un monstruo, pero tampoco hay que idealizar a la familia ya que a veces se piensa que ahí es donde vas a estar mejor y es donde suceden las cosas más complejas y difíciles de manejar”, nos dice Ruth Marina Matamoros, sicóloga de Grupo Venancia.

Con más de 20 años atendiendo a sobrevivientes de violencia, Ruth afirma que hay mujeres que le cuentan que se fueron muy chavalas de la casa por vivir abuso sexual u otras violencias. “Hay otros casos en que las necesidades básicas estaban cubiertas ─o no─, pero había muchas carencias de apoyo y afecto que encontraron en la calle, metiéndose en relaciones de pareja abusivas o de amistad con gente en malos pasos. Todas estas son consecuencias de vivir una niñez con rechazo y abandono en la familia”, expresa Ruth.
Cuando se dan situaciones como éstas, la familia actúa como un factor expulsor de las chavalas; y para contrarrestarlo es importante fomentar la comunicación y la confianza. Ruth nos alerta de la idea de actuar como “amigas” de las hijas. “Eso no es posible porque son diferentes etapas de la vida y madre e hija ocupan diferentes posiciones en el sistema familiar. Lo que sí puede haber es una relación positiva en la que se comparten cosas importantes. Hay quienes convierten a sus hijas adolescentes en confidentes para que ellas también les cuenten sus cosas, pero esto no es saludable”, explica la sicóloga, ya que puede cargar emocionalmente a la chavala y que se sienta responsable de resolver problemas que no son propios. “Hay que relacionarse con gente de tu edad, con tu hija vas a compartir experiencias y consejos que le pueden ayudar a ella. Es importante que cada quien ocupe su lugar en la familia. Se pueden tener relaciones de respeto y diálogo para generar confianza”, apunta.

En su experiencia, hay jóvenes que no hallaban las horas de irse de la casa por problemas en el hogar y por eso aceptaron relaciones con hombres adultos. “A veces las expectativas de las chavalas son irreales como evidencia la canción A mí me gustan mayores. Hay una expectativa de que un hombre maduro puede ser más responsable, cuando en realidad ha dejado a otras parejas e hijos botados”, reflexiona la sicóloga.
Todas las personas valemos
Reconocer a cada persona de la familia con todos sus derechos, desde el más chiquito hasta el más viejito o viejita, verles y respetarles como personas, potenciar la comunicación, ofrecer modelos positivos, son aspectos fundamentales para promover relaciones constructivas, argumenta Ruth. Y añade que en nuestra sociedad es costumbre no escuchar a niñas y niños, ser autoritarios o la falta de respeto y empatía.
Además, destaca que el modelo de familia tradicional es muy machista y con este sistema patriarcal las mujeres no ponemos mucho énfasis en nuestra realización personal, porque estamos enfocadas en la maternidad. “Siempre nos importa más que el otro coma, estudie, que pueda trabajar, entonces todo es invertir en el otro, el otro, el otro…”, enumera la sicóloga. Por ello recomienda a las madres buscar cómo realizarse desarrollando sus propias metas y sueños “y eso es lo mejor que le puede regalar a las hijas, el ejemplo de que te merecés la realización personal. No tener temor de que piensen ay que egoísta mi mamá”, nos dice.
Es común que predominen ideas muy extremistas y binarias en relación a los roles femeninos: el egoísmo frente a la abnegación y el sacrificio. “Es como que no hubiera término medio, cuando en realidad toda persona debería de tener un plan de vida, perseguir sus metas y sueños y con eso dar el ejemplo. El tipo de familia que se debería fomentar es aquel en el que todos se apoyen solidariamente para que cada persona consiga sus metas”, finaliza Ruth.

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