Educar en la igualdad para erradicar el machismo

¿Qué podemos hacer para evitar que nuestros hijos e hijas no repitan patrones machistas que nos inyecta la sociedad por todos lados? Es importante tomar conciencia que los mensajes que recibimos desde la niñez influyen en nuestra manera de ser y de ver la vida, y por supuesto, en cómo nos comportamos e interactuamos con otras personas. Lo bueno es que siempre podemos aprender y cambiar hacia relaciones más positivas para construir un mundo donde se respete a todos por igual.

Hemos aprendido tradiciones, costumbres y roles machistas que contribuyen a que vivamos en un mundo injusto que promueve la superioridad masculina y la sumisión femenina y usa la violencia para resolver problemas y desacuerdos. Por eso es importante reconocer la influencia que como personas adultas tenemos con la niñez y asumir la responsabilidad de ir cambiando esos patrones, no solo con palabras, sino con nuestro ejemplo. Si hacemos nuestro mejor esfuerzo desde la casa y la escuela, niñas y niños tendrán mayor resistencia a influencias negativas de otras personas y espacios.

¿Y cómo le hacemos en la práctica?

Educar en igualdad implica que como personas adultas pongamos en remojo nuestras propias creencias y actitudes machistas y practiquemos formas más igualitarias de relacionarnos. Es importante repetirles y mostrarles a hijas e hijos que todas las personas valemos sin importar nuestro sexo o identidad sexual y que merecemos gozar de los mismos derechos.

Por eso es clave que como madres y padres practiquemos la igualdad, tolerancia y respeto.  Podemos comenzar evitando expresiones machistas que crean desigualdades entre hombres y mujeres tales como “las niñas son frágiles o los niños son fuertes y no deben llorar”. También hay que fomentar que realicen tareas en la casa por igual, pues todas las personas necesitamos ropa limpia, casa ordenada, alimento en nuestra mesa y cada persona puede contribuir haciendo una parte. Así demostramos que las tareas domésticas y de cuidados no son trabajo exclusivo de mujeres.

Además podemos animar a que niñas y niños jueguen los mismos juegos sin importar el género. Por ejemplo, niñas jugando al fútbol o jugando con carros y niños jugando con muñecas siendo cariñosos y aprendiendo a bailar lo que quieran. Hay que ver natural que ambos aprendan a cocinar y expresen con lágrimas y palabras sus sentimientos, sin que haya burlas o sobreprotección. Si desde los primeros años crecen con ideas más equitativas el resultado es una nueva generación más respetuosa y consciente de sus derechos, tal como se puede comprobar en este experimento social noruego relacionado con el pago diferenciado del trabajo.

Aquí otras ideas para implementar con el chavalero:

  • Valorar por igual los esfuerzos de niños y niñas y reforzar lo positivo, fortaleciendo su autoestima.
  • Evitar descalificarles y fomentarles el sí puedo, aunque lo tengan que intentar varias veces. Y aquí, ojo, hay que enseñarles que cuando no logran algo eso no es malo ni deben frustrarse, ya que de los errores se aprende.
  • Promover que tengan seguridad en sí mismos y sí mismas, creándoles oportunidades para que tomen decisiones de acuerdo a su edad, sin culparles o hacerles sentir mal cuando se equivocan.
  • Aceptar que cada persona es diferente y evitar compararles. Reconocer que cada quien tiene su forma de ser con sus propias características, intereses y capacidades.
  • Poner límites con respeto, sin gritos ni amenazas. Los límites sanos les enseñan hasta donde pueden llegar dentro de sus capacidades y en relación a otras personas. Si no saben qué es lo correcto o incorrecto puede enfrentar más problemas en su vida. No debemos aceptar que tengan conductas agresivas hacia otras personas nunca, explicándoles por qué no es correcto.
  • Valorar sus propuestas y pensamientos, preguntemos y escuchemos con atención lo que nos tienen que decir.
  • Animarles para que desarrollen sus talentos, por eso hay que darles opciones y fomentar su curiosidad para que prueben hacer de todo lo que se les ocurra. Evitemos presionarles u obligarles a realizar lo que nosotros no pudimos hacer a su edad.
  • Evitar el castigo físico y emocional. Al contrario, educar desde el amor, que significa que les aceptamos, estimulamos, abrazamos y ayudamos a desarrollar su ser integral.  Si hacen alguna malacrianza o incumplen acuerdos previos, implementemos quitarles privilegios explicando las consecuencias de sus actos.
  • Recordar que no es lo mismo tener autoridad, que ser personas autoritarias. Tener autoridad es cuando aplico mi experiencia vivida y la utilizo para argumentar mis ideas, en cambio, ser una persona autoritaria es imponerse porque me creo superior a otras personas por mi edad, conocimientos o mi posición de poder.

Texto elaborado por Ruth Marina Matamoros, psicóloga feminista con experiencia en el abordaje género-sensitivo de la violencia contra las mujeres.

Fuentes consultadas:
Artículo Educando para la igualdad • La importancia de educar en la igualdad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.