¿Cómo acompañar a una persona en crisis?

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Cuando vivimos experiencias traumáticas las personas respondemos de manera distinta de acuerdo a muchos factores que se entrecruzan. Sea un hecho de violencia machista, una crisis social o un desastre natural, como seres individuales el hecho traumático puede afectarnos en mayor o menor medida por elementos como nuestra propia historia personal, la familia y el lugar donde crecimos, o los recursos internos y externos con los que contamos.

Un trauma es una herida sicológica, una emoción o impresión negativa tan fuerte que produce un daño que puede o no ser duradero. Los traumas surgen por situaciones diversas muy estresantes donde tememos por nuestra vida e integridad física o la de otras personas o por amenazas reales de destrucción de nuestro hogar o comunidad. Además, se originan por presenciar la muerte o heridas graves de otra persona, o incluso, por situaciones que no parecen tan graves pero que pueden ser vividas de forma traumática como una caída, una humillación, migrar, desprotección…

Al vivir un acontecimiento que nos impacta es natural sentirnos tristes o con miedo por un tiempo, pero hay quienes experimentan una variedad de reacciones sintiéndose estresadas o asustadas, incluso cuando ya no corren peligro: se trata del trastorno por estrés postraumático que requiere de atención especializada.

Pero si como personas sensibles nos planteamos apoyar a alguien que acaba de experimentar una situación traumática, es importante que nos preparemos para acompañar teniendo claro que debemos poner en práctica habilidades como respetar, escuchar, respaldar, validar, informar u orientar, nos explica Ruth Matamoros, sicóloga de Grupo Venancia.

“Respetar es cuando no intentamos tomar decisiones por la otra persona, sino que esperamos que sus ritmos y decisiones sean ellas las que lo definan. Otro aspecto importante es desarrollar la empatía teniendo claros los límites porque no se trata de resolverle todo o desesperarnos porque no toma la decisión que consideramos adecuada”, nos advierte Ruth. 

La empatía es un elemento fundamental en el acompañamiento. Es la capacidad para ponernos en el lugar de la otra persona, intentando entender mejor la situación y sus sentimientos. Así podemos demostrar empatía:

  • Escucha activa: es cuando solo escuchamos con todos los sentidos sin intervenir ni con palabras ni con gestos lo que la otra persona nos cuenta. Cuando alguien es escuchada se siente reconocida y validada y se activa un proceso de sanación, y en el acto de narrar, hace reflexiones que a lo mejor no había descubierto antes.
  • Respeto y tolerancia: aun cuando no estemos de acuerdo hay que respetar las decisiones de las demás personas, hablando con cuidado y con tacto para no juzgar ni hacerla sentir mal.

Qué significa acompañar

Acompañar es estar presente, mostrando una actitud empáticaescuchando activamente, dando un apoyo e interés sincerosin juzgarsin entrometernos, escuchando con el máximo respeto. Ser acompañante no es hacer por la persona sino ayudarla a tomar decisiones y generar defensas para su protección. Hay que acompañar con la conciencia de que la protagonista principal es la persona que sufre.

El doctor Alan D. Wolfelt, tanatólogo clínico y director del Centro para la Pérdida y transición de la vida, nos comparte unas reflexiones valiosas sobre este tema:

  • Acompañar se trata de estar presente para el dolor de otra persona; no de hacer que su dolor desaparezca.
  • Se trata de ir al desierto del alma con otro ser humano; no de creer que somos responsables de encontrar la salida.
  • Se trata de honrar el espíritu; no de enfocarse en el intelecto o la mente.
  • Se trata de escuchar con el corazón; no de analizar con la cabeza.
  • Es dar testimonio de las luchas de otras personas; no de juzgar o dirigir esas luchas.
  • Se trata de caminar al lado; no de conducir o ser conducido.
  • Se trata de descubrir los dones del silencio sagrado; no significa llenar con palabras cada momento.
  • Acompañar al que sufre se trata de quedarnos quietas o quietos y en silencio; no de querer moverse frenéticamente hacia delante.
  • Se trata de respetar el desorden y la confusión; no de imponer orden y lógica.
  • Se trata de aprender de la otra persona; no de enseñarles.
  • Acompañar se trata de tener una actitud de curiosidad y no de personas expertas.

En un momento de crisis…

Cuando escuchamos es importante fijarnos en el lenguaje corporal, en las reacciones físicas de la otra persona, porque muchas son sanadoras, pero tendemos a cortarlas por nuestra propia ansiedad al no saber cómo lidiar con su dolor o intranquilidad. En muchas ocasiones cuando alguien tiene un ataque de llanto o tiembla al descargar sus emociones vemos esto como negativo y queremos calmarla. Cada persona tiene sus propios tiempos y procesos, por ello apresurar acciones puede reforzar el sentimiento de frustración, apunta Ruth.

“Buscamos el vaso de agua, pastillas o té de valeriana, y no es que sea malo, pero dejemos que la persona se desahogue porque el cuerpo es sabio y esas reacciones liberan y sanan. Cuando ya se haya desahogado podemos darle eso. Con el vaso de agua puede ser que cortemos con el proceso de desahogo emocional y catarsis. Cortás un proceso y simbólicamente junto con el agua la gente se traga sus lágrimas”, nos comenta Ruth.

Una persona que tiembla no necesita que le estés hablando, sino solo estar ahí, tomarle la mano y que tiemble todo lo que tiene que temblar, que experimente lo que siente sin estarle hablando, acota la sicóloga. Al igual que algunas mascotas necesitamos sacudirnos de las cosas que nos pasan, que pueden ser traumáticas o no, para que el cuerpo la procese. Los temblores, eructos, gases o aflojar las mandíbulas y el ceño son formas naturales del cuerpo para liberar tensiones. “Llorar libera el dolor y cuando suspiramos tras una gran llorada significa que ya se dio un cambio de energía y nos sentimos mejor”, finaliza Ruth.

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